Si hacemos un poco de memoria, casi todos recordaremos al «Tyreless». Ese submarino nuclear que atracó en Gibraltar para realizar «operaciones de mantenimiento» y que supuso casi una revolución social de protesta por el riesgo para el medio ambiente de la costa de Algeciras.
Protestas populares, Greenpeace en plena ebullición, los políticos en pie de guerra y los medios de comunicación a punto de asaltar la colonia británica a golpe de titular.
Al final, se hizo lo que se tuviese que hacer en el dichoso submarino y aquí paz y después gloria.
Mucho más presente tenemos todos al tristemente famoso «Prestige», que inundó las costas gallegas de «chapapote», esa cosa negra, pegajosa y asquerosa que ninguno sabíamos qué demonios era antes del naufragio.
Si lo del «Tyreless» fue una crisis, lo del «Prestige» supuso un auténtico shock. Todos los días nos levantábamos y acostábamos hablando de kilos de chapapote recogido, de años necesarios para recuperar las zonas afectadas, de pérdidas económicas, de desastre medioambiental, de los innumerables voluntarios que acudieron a la zona afectada,…
Fueron meses en los que los medios de comunicación nos hicieron expertos en contaminación, vertidos y náutica con la profusión de datos, historias y acontecimientos (hasta la hoy doña Letizia, entonces Letizia a secas, fue desplazada a la zona para informar).
Estos barcos han quedado grabados en la memoria popular y seguro que necesitan de una estantería propia en las hemerotecas.
Pues hete aquí que desde hace siete meses existe un tercer barco contaminante soltando chapapote a las costas españolas y ayer terminó de hundirse, aunque sigue manando el fluido contaminante que llega hasta nuestras costas haciendo el mismo daño que, en su momento, hicieron los «hilillos» (¡hay que tener valor, señor Rajoy, para llamarlo hilillos!) del «Prestige».
¿Cómo se llama este barco? ¿qué costas está contaminando? ¿cuántos voluntarios han acudido a ayudar? ¿cuántos titulares ha ocupado este «atentado medioambiental»?… y lo más peliagudo: ¿por qué es éste un barco «fantasma» del que nadie habla?.
El barco «invisible» se llama «New flame» (con bandera panameña, que es una bandera tan de conveniencia en la navegación marítima como en su día lo fue la negra con una calavera y dos fémures cruzados). Y han pasado siete meses (7 meses 7) desde su accidente hasta que se ha hundido. Y es ahora cuando el gobierno va a llamar a consulta a la embajadora británica (que es una forma de protestar en voz baja y que el otro te dé una palmadita en la espalda y te diga: ¡bien bonito, bien!) y la Junta de Andalucía emprenderá acciones legales contra Gibraltar (que es como decir que van a querellarse contra Dios por hacer a los ángeles sin sexo). Es decir, que se hacen un par de brindis al sol en pleno toreo de salón y punto.
Se ha hundido frente a las costas de Algeciras y está llenando de «chapapotillo» (porque si fuese chapapote, ya nos lo habrían gritado televisiones, radios y periódicos) varias playas de su bahía.
El número de voluntarios (tras un arduo recuento por parte de las autoridades incompetentes) asciende a la cantidad de: cero (en este número se incluyen los activistas de Greenpeace desplegados en la zona).
No quisiera pensar que este silencio mediático tenga nada que ver con el signo de los gobiernos (nacional o autonómico) de cada momento y cada lugar.
No quisiera pensar que los intereses particulares por favorecer a un partido pesen más que la independencia en la información.
No quisiera pensar que en España tenemos «medios de desinformación» al servicio de los políticos disfrazados de informativos serios y responsables.
No quisiera pensar que «el cuarto poder» en España no es más que una extensión o un apoyo para el primer poder (que se funde con el segundo poder y tienta al tercer poder). Vamos, que nuestra democracia se basa en un sólo y único poder: el ejecutivo (ya lo dijo mi paisano: «Montesquieu ha muerto» y no se lo quisieron creer).
No quisiera pensar (y muchas veces quisiera no pensar), porque lo pienso y cada vez estoy más convencido.
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